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Crítica de Jurassic World

¿Qué se le puede pedir hoy en día en un filme como Jurassic World, teniendo en cuenta que es la cuarta entrega de una saga que comenzó de manera fulgurante hace más de 20 años, con un Steven Spielberg que culminaba sus grandes títulos de aventuras y fantasía de los años 80 con la resurrección de los dinosaurios y su elevación a icono cinematográfica, y una música inmortal del gran John Williams, que se ha convertido en banda sonora indiscutible de varias generaciones? Pues sinceramente, poco más de lo que nos ha acabado ofreciendo esta gratificante y entretenida cinta de aventuras producida por el mismo Spielberg, y dirigida por un casi desconocido Colin Trevorrow, que hasta ahora sólo contaba en su currículum con una pequeña película mezcla de cine independiente y fantástico, como Safety Not Guaranteed, y que fue elegido a contracorriente por el director de ET para continuar su legado.

En este sentido, Trevorrow renuncia a cualquier tentación de hacer una cinta de autor, e intenta aplicarse como alumno del maestro que le precedió, con un planteamiento muy similar al de la película original. Así, el filme repite la llegada a la isla, con la música reconocible de fondo, el huevo que se rompe, la estructura familiar y los niños, plantea la trama poco a poco, partiendo de una situación aparentemente ideal, con un parque seguro ya pleno rendimiento, que se irá torciendo por la acción y la ambición del hombre ... Una aceptación de herencia en toda regla, que se asume incluso haciendo aparecer los restos del parque original .

Porque si en algo sobresale este film respecto de otros blockbusters similares, es precisamente en la asimilación de los esquemas, los mecanismos y la esencia del cine de aventuras de toda la vida, adaptados a los productos cinematográficos actuales; seguramente sin llegar a los niveles de los grandes títulos del género, pero si consiguiendo transmitir esa sensación de diversión, ritmo e interés que tienen aquellas películas que te encuentras un domingo por la tarde en la TV y no te dejan apartar su mirada hasta los títulos de crédito finales. Parte de responsabilidad en ello la tendrían sin duda algunas set-pieces rodadas de manera brillante y con el toque justo de tensión, como por ejemplo la fuga de los pterosaurios (reptiles voladores) de su recinto para ir al parque a practicar la caza del turista , o el momento en el que un empleado queda atrapado en la jaula de los Velociraptor y el protagonista debe quitar, mientras intenta calmar los cuatro ejemplares de depredador que está domesticando.

A nivel argumental, el film no busca grandes innovaciones y recurre a la fórmula segura y conocida, pero efectiva, del héroe que debe salvar la situación causada por la mala mano del hombre, con una mezcla de ingenio y fuerza , acompañado de la típica mujer inicialmente fina y delicada, que a medida que transcurre la acción se va transformando en heroína, a la vez que cambia de look y de comportamiento. Por suerte, en este caso los dos estereotipos están sustentados en dos actores que encajan perfectamente y que además funcionan bien juntos en pantalla: Chris Pratt y Bryce Dallas Howard. El primero, secundario semidesconocido hace tan sólo un año, que con sus dos últimos filmes (Los Guardianes de la Galaxia y este), se ha convertido en icono del cine de aventuras y fantasía contemporáneo, gracias evidentemente a su físico, pero también en este punto de socarronería que también tenía en sus años dorados Harrison Ford; una comparación inevitable que la ha puesto en todas las quinielas para interpretar de nuevo el arqueólogo más conocido de la historia: Indiana Jones. Y la segunda, con una carrera hasta ahora intermitente a pesar de haber destacado en algunos títulos de M. Night Shyamalan, el Manderlay de Lars von Trier o Criadas y Señoras, parece que podría haber encontrado por fin el papel que la catapulte hacia papeles y propuestas más relevantes.

Pero en un título como éste, evidentemente, el protagonismo animal tiene un gran peso específico. Y la estrella de la función (con el permiso del Mosasaure, la enorme dinosaurio marino), es el nuevo híbrido de laboratorio, creado imprudentemente, tan sólo bajo criterios empresariales, para revitalizar las ganancias del parque, que responde al nombre de Indominus Rex. Un ejemplar con todos los atributos necesarios para invertir la tranquilidad de este parque temático y poner contra las cuerdas a sus responsables, y del que, por suerte, no se abusa en pantalla a lo largo del metraje hasta exactamente el tramo final ; una regla de oro que el propio Spielberg ya siguió a Tiburón.
En definitiva, dos horas de entretenimiento para todas las edades, que hay que disfrutar sin complejos ni prejuicios hacia el cine mainstream, heredero de los grandes títulos de los 80s los Spielberg, Lucas, Zemeckis, Donner, Dante, Reitman, Reiner ..., que si bien a día de hoy parecen demasiado lejanos e inigualables, como mínimo en algunos casos, como en el de este Jurassic World, son actualizados con dignidad y respeto, aunque sea sacrificando su originalidad y creatividad. Pero es evidente que cada generación debe tener sus referentes, y la de hoy en día, ya tiene su aproximación a la resurrección del mundo jurásico, que con la perspectiva del tiempo, seguramente podrá ser juzgada en su justa medida.

Valoración: 6/10